Roberto Allende

Cuando tenía 10 años, quería jugar al fútbol y me uní a un club. Mis amigos me sugerían que fuera arquero porque pensaban que tenía las habilidades y el equipo solo tenía uno que al parecer no se destacaba. Sin embargo, en la primera práctica, elegí jugar como defensor, lo que llevó a un rotundo "¡No!" de mis amigos. Yo quería ser el número dos, una posición que ya tenía el capitán del equipo, un jugador irremplazable.

¿Cómo hacemos para que todos los jugadores no se amontonen alrededor de la pelota como si fueran una bandada de abejas?

Esa fue una de las primeras preguntas que me hice cuando empecé a entrenar niños.

Si jugas lento dejás que tu oponente se organice, lo que a menudo lleva a que pierdas la pelota y, en última instancia, a derrotas. Evitar el juego lento es crucial para ganar partidos. Pero, ¿qué significa jugar rápido? Mirá el siguiente video para ver…

Como entrenador de fútbol base, quiero asegurarme de dar tiempo de juego justo a cada jugador de mi equipo. Por eso solía pasar horas planificando los cambios en el juego. Planificar los cambios no es fácil porque no se trata solo del tiempo de juego.

Un chico gambetea con la pelota y rompe la defensa del oponente, y ahora está frente al arquero y tiene que resolver la situación en unos pocos milisegundos.

El jugador erra. ¿Es malo? El jugador convierte. ¿Es bueno?

Hay innumerables situaciones como esta en un partido de fútbol. Situaciones que no solo pertenecen al juego en sí, sino también sobre la relación con los compañeros, la adversidad y la autoridad, por mencionar algunas.