Más allá del Joystick. Potenciando la Autonomía y Creatividad de los Jugadores en el Fútbol

¿Cómo hacemos para que todos los jugadores no se amontonen alrededor de la pelota como si fueran una bandada de abejas? Esa fue una de las primeras preguntas que me hice cuando empecé a entrenar a los chicos.


No sé si hay una solución perfecta, y sigo buscando respuesta a esa pregunta. Sigo buscando porque en realidad, esto es parte de un problema más general y no solo se aplica a los chicos. Se trata de influir en el comportamiento de un grupo o incluso moldear hábitos.

A continuación, dos alternativas diferentes para resolver este problema.

El entrenador joystick

La primera forma de resolver el problema consiste en darles indicaciones a los jugadores. Gritarles bien fuerte para asegurarnos de que nos escuchen. Podemos darles todo tipo de indicaciones, como “corré”, “prestá atención”, “andá”, “volvé”, “pegale a la pelota con el pie derecho”, “usá el pie izquierdo”, “cabeceá”, “saltá”, etc.

Una vez vi un partido donde el entrenador dirigía a su equipo de esta forma. Para ser honesto, era irritante y ensordecedor. Lo peor de todo es que en un momento, su equipo tuvo un córner, un chico agarró la pelota, se dio vuelta y mirando al entrenador gritó: “¿qué hago?” El jugador necesitaba que el entrenador le dijera qué hacer en un córner. Es cierto que se podrían tener jugadas preparadas o seguir algunas pautas, pero un córner, en el fútbol infantil, debería ser sencillo: enviar la pelota al área o dar un pase. No hay mucho más. El chico no podía decidir eso.

El problema de los que dictan tácticas es que le quitan la alegría y la creatividad a los jugadores. Lo más importante en el fútbol es jugar con alegría y pasión. Si no lo estás disfrutando, no estás jugando el juego correctamente. Brian Clough

El problema del entrenador joystick es que les quita a los jugadores el sentido de autonomía.

La autonomía y la motivación intrínseca están estrechamente relacionadas y muchas veces van de la mano. La autonomía se refiere al sentido de autodirección y control que las personas tienen sobre sus acciones y decisiones. Por otro lado, la motivación intrínseca se refiere a participar en una actividad por su disfrute y satisfacción propios, en lugar de por recompensas externas o presiones.

Cuando las personas tienen un sentido de autonomía, se sienten empoderadas y tienen la libertad de tomar decisiones y elecciones que se alinean con sus propios intereses, valores y metas. Esta autonomía apoya y mejora la motivación intrínseca. Cuando las personas tienen autonomía para realizar actividades que consideran significativas y placenteras, pueden alimentar su motivación intrínseca para participar en esas actividades de manera voluntaria y con todo el corazón.

En contraste, cuando las personas sienten una falta de autonomía, como ser controlados en exceso o microgestionados, puede obstaculizar su motivación intrínseca. Las presiones externas, las reglas estrictas o las metas impuestas pueden disminuir el sentido de autonomía y reducir la motivación intrínseca, haciendo que la actividad se sienta más como una obligación que como una búsqueda personalmente satisfactoria.

Investigaciones han demostrado consistentemente que brindar autonomía a las personas en su trabajo, aprendizaje u otras áreas de la vida puede promover la motivación intrínseca, lo que lleva a un mayor compromiso, creatividad y bienestar general. Al permitir que las personas tengan voz en sus acciones y fomentar un sentido de autodeterminación, la autonomía apoya y nutre su motivación intrínseca para participar en actividades por la pura alegría, curiosidad o crecimiento personal que aportan.

Esto está muy alineado con lo que dice el actual entrenador de Brighton & Hove Albion:

No muevo a mis jugadores con un joystick… las decisiones solo están en ellos. Roberto de Zerbi

Juegos con incentivos y restricciones

Supongamos que queremos enseñar a un grupo de niños a dar pases. Un entrenador joystick le grita a sus jugadores que pasen la pelota hasta que lo entiendan.

Esto no solo es frustrante para todos, sino que lleva mucho tiempo que funcione. Uno de los motivos por los que no funciona es que los jugadores, especialmente si son niños, pueden tardar mucho en comprender qué significa dar un pase.

Dar un pase es difícil de aprender, porque requiere muchas habilidades que no son simples de incorporar. Por ejemplo, levantar la cabeza, tener una noción espacial de los compañeros de equipo, tener la habilidad motriz para patear la pelota con la fuerza y dirección adecuada, etc.

La idea para resolver este problema es idear juegos específicos para adquirir habilidades o cambiar hábitos. Por ejemplo, en el caso del pase, el rondo es un juego sencillo con reglas restringidas pensadas específicamente para que los jugadores practiquen habilidades específicas del pase, entre otras.

El rondo es un juego en el que un grupo de jugadores se posiciona en un espacio reducido, formando un círculo, mientras uno o varios jugadores defienden en el centro. El objetivo de los jugadores en el círculo es mantener la posesión del balón mediante pases rápidos y precisos, mientras los defensores intentan interceptar el balón.

Un ejemplo adicional sería dividir el campo de juego en diferentes carriles y asignar uno a cada jugador con el objetivo de enseñarles a evitar amontonarse. Luego, se pueden establecer restricciones e incentivos, por ejemplo, si un jugador se mantiene en su carril, no tiene restricciones, pero si sale de él, solo puede tocar la pelota una vez. En caso de violar esta restricción, el equipo contrario obtiene un tiro libre.

Por eso, los entrenamientos son importantes. Es el momento de hacer las intervenciones. El rondo es solo un ejemplo, y existen tantas intervenciones lúdicas como habilidades a desarrollar o entrenar. La clave está en reconocer la conducta o hábitos que se quieren incorporar y luego encontrar o desarrollar el juego necesario.

Se pueden incorporar restricciones a los partidos, pero en la práctica no lo he encontrado necesario. Es impresionante ver cómo en unas semanas un enjambre de abejas puede dispersarse en una cancha de fútbol y empezar a usar el espacio con inteligencia.

Para muchos, el fútbol se juega con los pies. Para mí, se juega con la cabeza y se usan los pies para expresarlo. Johan Cruyff

Al fútbol se juega con la cabeza porque es un juego de toma de desiciones. Forzar decisiones individuales o colectivas tiene un costo muy alto: descicentiva la autonomia y motivación de los jugadores. La mejor alternativa que encontré para transmitir un concepto hasta ahora, consiste en presentar distintas alternativas mediante actividades a los jugadores en los entrenamientos y dejarlos que decidan en el partido.

La clave está en respetar la desición del juador, sobre todo en el partido, al punto que he llegado a creer que decirle a un jugador qué hacer en un partido es como contar el final de una película. Y nadie quiere ser un spoiler.